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Gonzalo de Montalvo, ataviado en su imponente traje de Águila Roja. Un superhéroe renacentista que combina la inteligencia deductiva de Batman, la elegancia y sagacidad de El Zorro; y las habilidades en combate y manejo de armas de un Samurái.
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Para mí, como para la mayoría de colombianos, las palabras
"Águila Roja" remiten de inmediato a una reconocida marca de café
molido... "
Tomémonos un tinto, seamos amigos". O al menos era así
hasta que, un jueves cualquiera, me
encontraba cambiando canales, buscando algo entretenido en en la televisión (el
famoso
zapping) y me encontré con un desgarrado grito en marcado acento español. «
¡No lo haga! No lo haga. (...) Le di a luz para que fuera feliz. No quiero que pase su vida deseando haber muerto».
Ante semejante declaración cualquiera queda conmocionado, y yo no era la excepción. Por un segundo tomé conciencia de lo que estaba haciendo y me devolví un par de canales para encontrar a la persona que profería aquellas súplicas. Gran sorpresa me llevé cuando vi a una hermosa mujer ataviada en un corsé propio del renacimiento, acompañada de un hombre de pelo cano y mirada severa. Discutían sobre el futuro de Nuño y la amputación de su brazo; mientras el joven al que se referían estaba atado a una mesa en el centro de un salón de estilo barroco.
No tenía la más remota idea de qué era lo que estaba viendo. Supuse que era una película por la calidad cinematográfica de la imagen, lo detallado de la escenografía y lo pulcro de los trajes. Infortunadamente, una emergencia académica –de esas tan comunes en la vida universitaria– me alejó rápidamente del televisor (y del resto del mundo). No sería hasta unas semanas después, finalizando octubre, que volví a cruzarme con aquellos personajes tan particulares. Me quedé esperando hasta el último de los créditos para conocer el nombre de la producción que tanto me había maravillado.
"
Águila Roja". Así se titulaba, y no, no era una película, era una serie. ¡Y qué serie! Resultó ser la historia de un humilde maestro, que decide convertirse en un héroe enmascarado para vengar la muerte de su esposa; y luchar de manera anónima contra los atropellos que sufren los habitantes de la Villa, por parte de los despóticos aristócratas. Ambientada en la España del siglo XVII, Águila Roja transmite la magia de una historia épica, no sólo en su protagonista y su eterna cruzada en pos de la justicia. Sino también en los singulares personajes que conforman el relato. Desde un escudero fiel aunque imprudente, pasando por un sanguinario comisario de gran poder y pocos triunfos, hasta una majestuosa marquesa que poco se preocupa por el bienestar de algún ser humano que no sea ella.
Lo confieso, no suelo ver series porque siempre me pierdo algún capítulo o me olvido del horario de emisión –No soy tan despistado como creen... Soy peor–. Pero ésta, con sus capítulos de hora y media de duración, sus intrigantes argumentos, sus giros inesperados y sus actuaciones impecables; me atrapó sin dudarlo.
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Una de "Las perlas de Satur". El fiel escudero de Águila Roja le da un imprescindible toque de humor a la serie
con su inagotable fuente de refranes y su forma tan particular de hablar |
Un jueves de 2009 se estrenó esta arriesgada serie que terminó por convertirse en todo un fenómeno en su país de origen.
Rompiendo récords de audiencia,
siendo llevada a la gran pantalla y con adaptaciones en
cómic, y
aplicaciones móviles; lo cierto es que luego de 6 temporadas aún parece tener mucho por contar. La historia de Gonzalo de Montalvo y su alterego Águila Roja, es larga y ancha como para resumirla en un par de líneas —Más aún si tenemos en cuenta que me faltan varias temporadas por ver—. Pero aprovecho y los dejo con un muy buen video resumen, donde actores, productores, vestuariastas y coreógrafos, entre otros; cuentan la odisea que ha sido llevar a cabo ésta producción y el inimaginable impacto que ha tenido. Mientras tanto, me dispongo a seguir haciendo
zapping en la televisión, esperando con ansias de niño el estreno de la nueva temporada.
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